martes, 1 de septiembre de 2009

La otra guerra del ajedrez



Hace 70 años, Buenos Aires fue sede del VIII Torneo de las Naciones; durante su desarrollo, se desató la Segunda Guerra Mundial, algunos maestros optaron por no regresar a sus hogares y se quedaron en el país

Por Carlos A. Ilardo
Para LA NACION
25 de Agosto de 2009

Esta es una historia con pasado, presente y futuro; sabe de lágrimas, sudor y sangre. Buenos Aires fue su epicentro y el ajedrez el refugio alegórico para un puñado de hombres que consiguieron eludir los horrores y espantos de una guerra.

Se cumplen 70 años del comienzo del VIII Torneo de las Naciones, Copa Hamilton Russell, disputada en Buenos Aires, entre el 24 de agosto y el 15 de septiembre de 1939. Una competencia por equipos, más tarde denominada Olimpíada de Ajedrez, que reunió en la sala del teatro Politeama, de la avenida Corrientes altura de los recuerdos, a un centenar de jugadores de 27 países.

La mayoría arribó al país a bordo del trasatlántico belga Piriápolis; la pequeña babel en la que se entremezclaron vocablos latinos, sajones, eslavos y judíos fue registrada en el Hotel de los Inmigrantes y alojada en el centro porteño. Aquella era la flor y nata del ajedrez mundial de la que sobresalían el campeón, el francés Alexander Alekhine, y su predecesor, el cubano José Raúl Capablanca, el estonio Paul Keres, el polaco Savielly Tartakower, el alemán Erich Eliskases, el inglés Harry Golombek, el sueco Gideón Stählberg, y el judío (que representaba a Palestina) Moshe Czerniak; había, además, una sonrisa contagiosa la de un tal Mieczyslaw Najdorf, de Polonia.

Un nutrido grupo de mujeres habían llegado al país para participar del Mundial Femenino, que se jugó en forma paralela con el torneo mayor. La soviética residente en Inglaterra, Vera Menchik, la femme fatale, conseguiría defender exitosamente por 9» vez consecutiva la corona mundial; sería su última hazaña en el tablero. En junio de 1944, falleció en Londres, víctima de un ataque de la aviación alemana.

El enrarecido clima social en Europa indujo al presidente de la Nación Roberto M. Ortiz, el canciller Dr. J. Cantilo, el ministro de Justicia e Instrucción Pública, Dr. J. Coll y al intendente municipal, Dr. A. Goyeneche, a arengar por la hermandad de los pueblos en sus discursos de bienvenida a las delegaciones; todos oraron por la paz. Es que los partes de las agencias de noticias disparaban escalofríos; en Europa, un cielo teñido de rojo anunciaba lluvia de sangre.

El certamen arrancó el 24 de agosto dividido en tres grupos de siete equipos y uno, con seis. Los cuatro mejores de cada zona pasaron a la final (Copa Hamilton Russell). El salón del teatro Politeama -fundado en 1879 y demolido en 1959- fue desbordado por una multitud que devoró a diario las 1500 entradas, con valores de $ 1 o 2 (según fuera para ver los juegos de pie o sentados). El fervor fue in crescendo con la sorprendente actuación del equipo local, integrado por los maestros Roberto Grau (columnista del diario LA NACION), Luis Piazzini, Jacobo Bolbochán, Carlos Guimard e Isaías Pleci, que lograron clasificarse a la serie final; el conjunto se alojaba en la quinta Las Delicias (en Adrogué), donde recibía cinco horas diarias de entrenamiento dictadas por el campeón mundial Alekhine.

El 1° de septiembre, la prensa tituló con sólo una palabra: Guerra. Fue el anuncio del comienzo de la Segunda Guerra Mundial; un conflicto que seis años después costaría 50 millones de muertes por las desgarradoras batallas de los aliados (URSS, Reino Unido, Francia y EE.UU.) contra el Eje (Alemania, Italia y Japón).

Conocida la noticia, el equipo inglés se retiró de la competencia. Una reunión de urgencia entre los capitanes de los diferentes conjuntos frenó el impulso desertor de los ajedrecistas y se acordó evitar las confrontaciones entre los países en conflicto. El interés deportivo del certamen quedó relegado y sólo la buena voluntad e imaginación del presidente de la FADA, Augusto de Muro, y del maestro Roberto Grau salvaron la organización del torneo. Una pirueta del destino cruzó en el horizonte a alemanes y polacos; el duelo fue declarado tablas. Lo mismo sucedió en los choques de Alemania contra Francia y Palestina. Si bien la reacción disparó la duda sobre el resultado final, Alemania se quedó con el título, con 36 puntos, escoltada por Polonia, con 35,5. La Argentina llegó 5», con 32,5.

Finalizado el certamen, varios maestros apostaron por rehacer sus vidas en Buenos Aires, a la espera de que el corazón se hiciera cicatriz; otros se marcharon rumbo al olvido.

El entrañable Miguel Najdorf, que había perdido a todos sus familiares -más de 300- en el holocausto de Varsovia, contó alguna vez el por qué de su decisión. Con su particular voz aguardentosa, resumió: "Oyeme viejo, en todas partes, la gente decía que había que trabajar para ganarse el pan, pero aquí en la Argentina decían que había que ganarse el puchero. Yo me dije, puchero es más grande que pan, entonces me quedo".

El gesto de Najdorf, imitado por otros colegas, marcó un antes y un después en la historia del ajedrez vernáculo; hubo transmisión de enseñanzas, pasión y talento. Forjaron a los nuevos maestros. La Argentina alcanzó su época dorada: tres campeones mundiales juveniles, uno cadete, tres subcampeonatos olímpicos y una nómina de casi tres decenas de grandes maestros son muestras de su tiempo de siembra y cosecha. Acaso, su mayor orgullo. Sin embargo, hoy todo el lustre del pasado parece haberse carcomido e instalado en el corazón del olvido. Una realidad, hoy tan distante y dolorosa, acaso como la del propio recuerdo.

  • Los que eligieron quedarse en la Argentina
    Estos son algunos de los maestros que se quedaron en el país tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial: Jiri Pelikan, Gideon Stahlberg, Paulin Frydman, Erich Eliskases, Paul Michel, Ludwing Engels, Albert Becker, Heinrich Reinhardt, Moshe Czerniak, Zelman Kleinstein, Meir Rauch, Markas Luckis, Ilmar Raud, Movsas Feigins, Karel Skalicka, Franciszek Sulik, Aristide Gromer, Christian De Ronde, Sonja Graf y Paulette Schwatzmann.

http://www.canchallena.com/1166582-la-otra-guerra-del-ajedrez